Ahora se puede disfrutar más de una visita a las Pirámides sin que los vendedores de baratijas y de paseos en camellos persigan a los turistas. Ahora se puede disfrutar más de una visita a las Pirámides sin que los vendedores de baratijas y de paseos en camellos persigan a los turistas, gracias a un proyecto que acerca la tecnología a los milenarios monumentos. Desde el exterior de la meseta de Guiza, que acoge las tres piezas colosales junto a la Esfinge desde hace más de cinco mil años, se ve que la zona se ha modernizado.
En vez de las decenas de vendedores ambulantes y de guías que antes hasta montaban encima de los coches de los visitantes para acompañarles, varias puertas de seguridad electrónicas organizan el acceso de los turistas a los monumentos, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.
En vez de las decenas de vendedores ambulantes y de guías que antes hasta montaban encima de los coches de los visitantes para acompañarles, varias puertas de seguridad electrónicas organizan el acceso de los turistas a los monumentos, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.
Los comerciantes de la zona que venden paseos y fotos a camellos y caballos alrededor de las gigantescas Pirámides tampoco se pelean entre sí como antes para sacar al turista lo máximo que puedan de sus dólares. Se han dedicado espacios especiales a los propietarios de los animales donde esperan a los turistas sin poder regatear mucho el precio del paseo. "Es que las autoridades han fijado los precios de los viajes de una hora.
Un camello cuesta treinta libras (unos seis dólares) y un carro de caballos entre cuarenta y sesenta libras", dijo a Efe Ramadan Bessa, dueño de un establo de estos animales.
Las nuevas normas han sido adoptadas en el marco de un ambicioso proyecto de remodelación de la meseta, que fue lanzado en el 2002 por el Consejo Supremo de Antigüedades (CSA).
El turista ya no tiene que sufrir un intenso regateo para montarse al camello o comprar la copia de una estatuilla faraónica , una camiseta o un papiro de insistentes vendedores. Sin embargo, hay quienes no están contentos con las nuevas medidas. "No podemos sacar del turista el mismo dinero que le cobrábamos antes. Éstas normas han afectado mucho nuestro trabajo", explicó Bessa, que ha heredado el negocio de sus abuelos desde hace quince años.
Además, no se permite como antes la entrada de cualquier vendedor ambulante o dueño de camellos en la zona arqueológica, la primera atracción turística del país. "Sólo podemos trabajar aquí los que tenemos un permiso de las autoridades, que nos lo dan después de examinar nuestro historial y probar que nunca hemos causado problemas a los turistas", dijo con orgullo Omar Abu Setta, vendedor de camisetas y cartas postales.
Abu Setta, de 27 años, lamenta que "numerosos de sus compañeros" hayan sido obligados a abandonar la zona después de que el Gobierno "hiciera una limpieza de los jóvenes vendedores que molestaban a los turistas". Y es que el proyecto, cuya primera etapa finalizó este mes de agosto, ha puesto todo bajo control alrededor de las tumbas de Keops, Kefrén y Micerinos.
Unas 200 cámaras de vigilancia han sido colocadas en un muro de hormigón, que fue construido alrededor de la meseta desértica, dentro de la primera etapa del proyecto.
Con esas medidas de seguridad, no se puede ni siquiera escalar la Gran Pirámide de Keops, una costumbre muy común hasta finales de los años setenta. Según el secretario general del CSA, Zahi Hawas, se está firmando un contrato con una compañía especializada en operar vehículos eléctricos para transportar a los turistas entre los monumentos de la meseta.
El proyecto incluye, asimismo, la renovación de las carreteras alrededor del lugar arqueológico, la instalación de un nuevo sistema de iluminación y la reforma de la avenida de la Esfinge. Nuevos aparcamientos para los coches, cafeterías y bazares tampoco faltarán de la zona. Y cuando termine la tercera fase del proyecto, supuestamente dentro de dos años, todos los camellos y caballos sí estarán en un establo fuera del recinto arqueológico.
Las Pirámides y la Esfinge servirán sólo como un escenario para los paseos de los turistas en estos animales, según Hawas, a quien cita un comunicado del CSA. Habrá que esperar cómo reaccionarán los cientos de camelleros que llevan años montando su negocio en el interior de la meseta y pasándolo de una generación a otra.
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